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Marta Yolanda Díaz-Durán Alvarado

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Enviado martes, 14 de noviembre, 2000 - 09:50 am:

La ciudadanía guatemalteca mira con asombro el crecimiento de los últimos años, el cual ha tomado gran velocidad en lo que va del año 2000: un crecimiento constante y sostenido del desempleo y el subempleo. Pero seguro que, quienes no tienen trabajo, bien quisieran, aunque sea, su chance en la economía informal.

Alfonso Portillo y el FRG, superando al gobierno anterior, van a lograr que demos un paso más allá de donde nos dejó el PAN: el paso hacia el abismo. El populismo e ignorancia de los gobernantes, sumado a la intervención del gobierno en el mercado, nos ha dejado en una recesión económica intolerable a la mayoría de guatemaltecos. De qué sirven las obras de calamidad, si las personas no pueden satisfacer sus necesidades básicas por falta de empleo o disminución de sus ingresos, por esa manipulación discrecional de las variables macroeconómicas que les encanta a los omnipotentes burócratas. No quiero alarmarlos pero, ¿qué podemos esperar de seguir así? Más empresas cerrando operaciones, incremento del desempleo, aumento de empresas en el sistema informal, menos inversión...

Por supuesto, hay algunos técnicos de los think ¿? tanks que no sólo piensan, sino que se atreven a declarar que el problema del desempleo es porque el Estado no proporciona ningún seguro a los desempleados (Siglo Veintiuno, lunes 13 de noviembre). Si eso opinan quienes creen conocer la materia, con razón estamos como estamos: el problema es, precisamente, la intervención de los gobernantes (administradores del Estado) y el incremento del malgasto público. Probablemente en sus clases de economía les dijeron que el dinero lo crean los burócratas y que es un recurso ilimitado. ¿Les habrán enseñado cómo se crea la riqueza, cómo mejoran los ingresos reales de las personas y cómo prosperan las naciones? ¿Sabrán qué es praxeología, es decir, la ciencia que estudia la acción humana?

El salario es el precio del trabajo que se determina en el mercado, al igual que el precio de cualquier otro bien: el trabajo es una mercancía más. Recordemos que todos somos consumidores y, como tales, presionamos a los empresarios para que nos den el mejor producto al más bajo precio. Esto obliga al empresario a adquirir factores de producción a un precio menor. Sin embargo, el salario que el empresario ofrezca debe ser lo suficientemente alto como para atraer al trabajador productivo, eficiente y efectivo a su empresa, en lugar de que se vaya a la del competidor: una negociación – libre y voluntaria - entre el empleado y el empleador que beneficia a ambos, ya que nadie está obligado a trabajar para alguien específico, si considera que tiene mejores opciones en otro lugar.

¿Cómo se logra que aumenten los salarios reales? Incentivando la inversión privada de capital y con reglas del juego conocidas, estables, claras e iguales para todos, que propicien la competencia. Así, aumenta la demanda de trabajadores y, al aumentar la demanda, también aumentan los ingresos de las personas.

En ningún país las leyes laborales, los aumentos salariales por decreto y los salarios mínimos han aumentado permanentemente los niveles de vida de los trabajadores. En La Economía en una lección, de Henry Hazlitt, aprendemos que: “Cuanto más produce el individuo, tanto más valiosos son sus servicios para los consumidores y, por lo tanto, para los empresarios. Y cuanto mayor es su valor para el empresario, mejor le pagarán. Los salarios reales tienen su origen en la productividad, no en los decretos y órdenes ministeriales”. Las soluciones son sencillas. ¿Por qué los gobernantes se complican la vida y nos la complican a nosotros?

Carlos Díaz