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Luis_carlos
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Votos: 0 (Votar!) | | Enviado viernes, 25 de marzo, 2011 - 06:40 pm: | 
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| Una fe nueva y viva.
Lectura: Hebreos 10:22-25.
“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura (Ez 30:25). Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
¿Qué significa acercarse?
Significa: Poner a menor distancia de lugar o tiempo.
Este pasaje nos habla de esa maravillosa experiencia. Ahora podemos conocer a Dios, conocerlo de verdad. Tener fraternidad y comunión con Él. Y lograr que Su presencia y poder obren en nuestra vida.
La presencia y poder de Dios vencen todos nuestros problemas, pruebas y tentaciones de la vida que nos atacan.
El Dios vivo puede ser una realidad viva en nuestra vida. Su presencia y poder puede vencer a todos nuestros enemigos de la vida, incluso el último de nuestros enemigos, la muerte.
¿Cómo? ¿Cómo podemos asirnos de una fe nueva y viva, asirnos del Dios vivo en nuestra vida?
Esta porción de las Escrituras nos lo dice.
Primero: Acerquémonos a Dios (V 22)
Segundo: Mantengamos firme nuestra fe. (V23)
Tercero: Considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras (V 24)
Cuarto: No dejando de congregarnos. (V 25)
Nuestro primer deber es acercarnos a Dios.
Debemos reconocer que nuestro Señor Jesucristo nos ha abierto el camino hacia la presencia de Dios.
Jesús dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” Juan 10:9.
(Veamos efesios 2:13-18)
Cristo nos ha proporcionado un camino nuevo y vivo al “Lugar Santísimo”, ante la presencia misma de Dios, donde ahora podemos conocerlo de manera íntima y personal. Ahora podemos contar con Su presencia y poder en nuestra vida y andar diario.
La palabra de Dios dice en Hebreos 10:19-20: “Así que, hermanos, (Agregado: acerquémonos a Dios) teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne…”.
Pero advirtamos tres cosas importantes, para acercarnos a Dios, necesitamos cierta preparación para podernos acercar a Él.
Estas acciones son:
+ Un corazón sincero.
+ Plena certidumbre de Fe.
+ Un cuerpo y un corazón purificado, lavado con agua pura.
Primera acción: Debemos tener un corazón sincero.
Esto quiere Decir “Genuino”, “Franco”, “Honesto”, con sentido y sin hipocresía.
Dios nos dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos”. Proverbios 23:26.
Dios quiere nuestro corazón, pero quiere un corazón limpio y puro.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 24:3-4: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño”.
Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” Mateo 5:8.
Por tanto pidamos a Dios como David: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí” Salmo 51:10.
Un corazón sincero implica una actitud de alegría, libertad y entusiasmo. El verdadero cristiano sabe que nuestro Señor Jesucristo ha abierto la puerta que nos lleva hacia la presencia de Dios, por ende:
Un corazón sincero tiene un corazón agradecido.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 26:6-7: “Lavaré en inocencia mis manos, Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová, Para exclamar con voz de acción de gracias, Y para contar todas tus maravillas”.
(Veamos Efesios 5:18-20)
Un corazón sincero tiene un corazón alegre y feliz.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 33:20-21: “Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, Porque en su santo nombre hemos confiado”.
Un corazón sincero se siente libre y en libertad de entrar hasta la presencia de Dios.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 119:44-45: “Guardaré tu ley siempre, Para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, Porque busqué tus mandamientos”.
Y en segunda de Corintios 3:17, dice: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”.
Un corazón sincero es entusiasta, y se emociona por entrar en la presencia de Dios.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 122:1: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”.
Y en el Salmo 105:3, dice: “…Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová”.
Un corazón sincero, sabe lo que Jesucristo ha hecho y valora el significado de Su sacrificio.
Un corazón sincero sabe que realmente se puede acercar a Dios, que puede conocerle, y tener comunión y fraternidad con Él.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 145:18: “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras”.
Un corazón sincero, puede andar alabando a Dios todo el día.
La Palabra de Dios dice en el Salmo 108:1-3: “Mi corazón está dispuesto, oh Dios; Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria. Despiértate, salterio y arpa; Despertaré al alba. Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; A ti cantaré salmos entre las naciones”.
Un corazón sincero sabe que puede tener la presencia y el poder de Dios cuidando y preocupándose por él en todo momento del día, que Dios le librara de todas las pruebas y tentaciones y le proporcionara victoria y triunfo.
la Palabra de Dios dice en 1 Corintios 15:57: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Y en 2 Corintios 2:14, dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento”.
Y en Romanos 8:37, dice: “…somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
Muchos de nosotros nos encontramos absortos en las cosas del mundo que en ocasiones nos olvidamos de acercarnos a Dios.
Debemos despertar y prestar atención a esta orden. Es nuestro deber que es absolutamente necesario. “Acerquémonos con un corazón sincero”.
Segunda acción: Debemos tener “Plena certidumbre de fe”.
Plena certidumbre significa:
Certidumbre incondicional en Cristo.
Qué Él es el único que puede proporcionarnos acceso ante la presencia de Dios.
Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” Juan 14:6.
La Palabra de Dios dice en Romanos 5:1-2: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
Nuestro Señor Jesucristo es el único que puede hacernos aceptos ante Dios.
(Veamos Efesios 1:3-10)
“Plena certidumbre de fe” significa, estar plenamente convencidos que la muerte en sacrificio de Jesucristo es el único sacrificio perfecto, que Su muerte en sacrificio es el único sacrificio que Dios acepta.
(Veamos Hebreos 9:11-14)
Muchas personas no tienen certidumbre de fe, creen que son aceptados ante Dios por el simple hecho de…
+ Que se creen buenas personas.
+ Porque asisten a la iglesia.
+ Porque han sido bautizados.
+ Porque no han hecho algo que se considera malo.
Todas estas cosas son buenas y todos deberíamos de llevar una vida buena, decente, moral y justa.
Sin embargo, no son estas cosas las que nos hacen aceptos ante Dios. Solamente Jesucristo puede llevarnos ante la presencia de Dios y presentarnos ante Él.
Cuando nos acerquemos a Dios, debemos tener plena certidumbre de fe.
La Palabra de Dios dice en Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
(Veamos Hebreos 7:23-25)
Tercera acción: Debemos tener un corazón y un cuerpo perfectamente lavado.
La Palabra de Dios dice en Isaías 1:16: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo”.
La Palabra de Dios dice en Santiago 4:8: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.
Esto es una ilustración del sumo sacerdote limpiándose y lavándose él mismo antes de entrar ante la presencia de Dios en el lugar Santísimo, el santuario interno del tabernáculo.
Él se rociaba así mismo con la sangre del animal del sacrificio y se lavaba él mismo, simbolizando que sus pecados eran perdonados. Se limpiaba su mala conciencia y se limpiaba el cuerpo de sus pecados.
Sucede lo siguiente: Antes de entrar en la presencia de Dios, debemos estar limpios de pecado, limpios por la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
La Palabra de Dios dice en Hebreos 9:13-14: “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”.
Y en 1 Juan 1:5-7, dice: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.
Tenemos que acercarnos a Dios, mediante Jesucristo. Solo Jesucristo es el sacrificio perfecto por los pecados.
Por ende, la única manera en la que podemos quedar limpios de pecado es confiar en Jesucristo, si confiamos plenamente en Su sacrificio, entonces Dios acepta Su sacrificio por nosotros, Dios nos limpia de pecado y nos proporciona una conciencia limpia y un cuerpo lavado.
Una conciencia limpia del mal y culpa y un cuerpo limpio de pecado.
Podemos decir como David: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado” Salmo 51:1-2.
La Palabra de Dios dice en 2 Corintios 7:1: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.
Entonces hermanos, como dice la Palabra de Dios en Hebreos 3:12: “Mirad,… que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”.
Sino acerquémonos a Dios con un corazón y un cuerpo perfectamente lavado, con la sangre del Cordero Santo.
(Ver Apocalipsis 7:13-14)
Espero que este pequeño estudio les sea de utilidad en su andar diario cristiano.
Shalom.
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